Como nos cuenta Manolo Prieto en su biografía, a los 18 años, se planta en Madrid con la intención de ser pintor y, al poco tiempo, ya había decidido transformarse en cartelista. Lo haría para siempre. Arrancan los años treinta y tras ellos una inexorable cadena de acontecimientos: la República, la guerra, la derrota… los duros años de la postguerra. Su juventud artística había coincidido con el momento más eclosivo de la cultura artística española. El joven que llega a Madrid llena sus ojos con unas formas que se incorporan aceleradamente a la modernidad, cabalgando sobre un intenso enjambre de ideas contrapuestas. La vieja Sociedad de Artistas Ibéricos de 1925 había renacido de sus cenizas, prestando su hábil nervio renovador a la estrategia cultural de la República, que iría ensanchando poco a poco los horizontes de la cultura artística hasta entonces dominante. El género cartelístico español se encontraba en el meridiano de una de las mejores fases de su desarrollo a la que, muy pronto, habrían de sumarse los ámbitos del cartel político y del cartel bélico, que comunicarían a las masas con los vectores direccionales de su propio destino histórico y harían del cartel un género protagonista de la comunicación visual.

A lo largo de este proceso Manolo Prieto se amamanta literalmente en las mejores fuentes de la cartelística española: Joseph Renau, José Caballero, Salvador Bartolozzi, Rafael de Penagos, Enric Crous, Federico Ribas, José Segrelles, Germán Horacio, Ramón Roqueta, etc. Hacia 1935, Manolo Prieto comenzará, también, ha ser reconocido como una figura maestra de la cartelística española situándose en la vanguardia de esta disciplina.

En la diversa obra cartelística de Manolo Prieto, a lo largo de medio siglo de creación, se puede observar un amplio abanico de diferentes tipos de cartel, que abarcan desde carteles de teatro, cartel taurino, con el que tuvo una especial relación, carteles de ferias, carteles turísticos, carteles publicitarios hasta carteles conmemorativos de cualquier tipo de evento. Durante todo ese tiempo, no fueron pocos sus carteles premiados en diversos concursos nacionales.

El buen cartel debe atraer por su belleza, retener por su intención, convencer por su mensaje y luego soltar con una sonrisa, si es posible.

¡Así de bello y difícil es un cartel!

Este ha de ser sencillo y justo en su concepción, no debe tener nada de más ni de menos, todo en él tiene que cumplir un fin, nada que no esté justificado. Su lenguaje ha de ser más claro que las palabras mismas […] Todo aquel que necesite apoyarse en un texto, no es buen cartel…

Manolo Prieto

Para ilustrar hay que sentirse actor, estar dentro de la acción, dentro de las bambalinas, como el escritor.

Manolo Prieto